Una recuperación económica verde para frenar el cambio climático

La COVID-19 está teniendo un terrible impacto en la salud de las personas y en la economía mundial. Si nos centramos en el impacto económico  de la pandemia, este no tiene precedente desde “la Gran Depresión” de los años treinta del siglo pasado. El FMI en su último informe “Perspectivas económicas de la Economía Mundial, octubre de 2020” revisa las proyecciones de crecimiento de la economía mundial, y calcula que caerá un 4,4% este año, mientras que para la economía española pronostica una caída del 12,8%, la peor caída de las economías europeas.

Pero la lucha para doblegar la curva de propagación del virus y los esfuerzos por la recuperación económica y social de esta crisis, no nos puede hacer perder de vista la necesidad de doblegar una curva mucho más peligrosa, la del cambio climático.

Los efectos del cambio climático

El cambio climático, que según las palabras del experto de la OMS en la última Cumbre por el Clima en Madrid Diarmind Campbell-Lendrum “es potencialmente la amenaza más grande por la salud pública del siglo XXI”, deja ya millones de muertos cada año en todo el mundo y los efectos globales son más que evidentes, como muestran multitud de informes de entidades de prestigio internacional, como por ejemplo el informe sobre el estado del clima 2019 de Naciones Unidas y la Organización Meteorológica Mundial, del que se extraen algunos indicadores muy preocupantes, entre otros:

  • El 2019 acabó con una temperatura mediana mundial 1,1 °C por encima de los niveles preindustriales estimados, y las concentraciones de gases de efecto invernadero continuaron aumentando vertiginosamente.
  • Los océanos continuaron calentándose y acidificándose, producto de la absorción aproximada de un 23% de las emisiones anuales de CO₂, y el nivel mediano del mar a escala mundial se situó en su valor máximo desde que se tienen datos.
  • El Servicio Mundial de Vigilancia de los Glaciares indicó que por 32º año consecutivo el balance de masa de los glaciares fue negativo.

 

Graves impactos sociales, ambientales y económicos

Este mismo informe destaca que estos efectos provocan graves impactos sociales, ambientales y económicos:

  • Aumentan las muertes a causa de fenómenos relacionados con altas temperaturas, y se ve afectada la seguridad alimentaria de millones de personas provocando un aumento del índice de personas que pasan hambre al mundo, más de 820 millones de personas en 2019.
  • Se incrementan los fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones o las olas de calor y las sequías, que son el perfecto caldo de cultivo de enormes incendios forestales que se esparcen por todo el planeta, desde Siberia o Alaska, hasta Australia, provocando graves daños en la biodiversidad, además de importantes pérdidas económicas y financieras.

 

¿Qué podemos hacer?

A pesar de que estos datos no invitan al optimismo, todavía estamos a tiempo de actuar, parar el calentamiento global y evitar el colapso climático del planeta.

Frenar el cambio climático es un reto inmenso, que no interpela a actuar a todos. Administraciones Públicas, sector privado y la ciudadanía tienen que unir esfuerzos, si se quiere tener éxito y conseguir doblegar esta curva que denota el calentamiento del planeta.

Según los principales expertos, para frenar el cambio climático es necesario mantener este aumento de la temperatura en un máximo de 1,5 °C, el que significa reducir en la mitad las emisiones de GEH durante esta década, y los esfuerzos ya han empezado.

Administraciones Públicas de todo el mundo trabajan por una recuperación económica verde de la crisis de la COVID-19 que colabore en la lucha contra el cambio climático, la Unión Europea ha vinculado un 30% de los 750.000 millones de euros del Programa “Next Generation EU” a acciones climáticas, y este porcentaje podría aumentar hasta un 37%, por su parte, el Gobierno español tiene previsto destinar a la «transición verde» un 37% de los 72.000 millones de euros que invertirá durante los próximos 3 años.

El papel de las empresas y la Administración Pública

Siguiendo este impulso de las administraciones públicas, muchas empresas trabajan para alinearse, conscientes del riesgo y las oportunidades que se  desprenden.

Como por ejemplo las 1.200 grandes empresas globales que forman parte de la Asociación empresarial We Mean Business que compartieron una carta a los Ministros de Finanzas y Gobernadores del Banco Central del G20, instándolos a priorizar políticas y gastos para acelerar una transición inclusiva, justa, resiliente y sin emisiones.

La carta incluye siete recomendaciones clave:

  • Priorizar las políticas e inversión para acelerar la transición hacia un sistema inclusivo, justo, resiliente con una economía neutra en carbono.
  • Reconocer la importancia vital de las instituciones multilaterales e internacionales para abordar los desafíos mundiales en línea con la ciencia.
  • Poner un precio significativo al carbono que incentive las inversiones.
  • Para gestionar los riesgos del cambio climático y garantizar que los mercados financieros actúen en consecuencia, hacer obligatoria la divulgación de información financiera relacionada con el clima en base a las recomendaciones TCFD.
  • Asegurar que los bancos centrales y los reguladores financieros incorporen una gestión del riesgo climático efectiva en el sistema financiero.
  • Asegurar que los flujos de financiación apoyen a la transición climática y la resiliencia en países en desarrollo y comunidades vulnerables.
  • Apoyar a una transición justa e inclusiva: invirtiendo en industrias cero emisiones que creen ocupación de calidad y generan riqueza en las comunidades locales donde desarrollen su actividad.

La carta también incluye tres aspectos fundamentales sobre los cuales las empresas tendrían que avanzar para acelerar la transición:

  • Adoptar la implementación de objetivos basados en la ciencia, coherentes con limitar el aumento de la temperatura mediana mundial a 1,5 °C y lograr las cero emisiones antes del 2050.
  • Integrar el riesgo climático en la divulgación de información financiera.
  • Invertir en soluciones de cero emisiones que generen puestos de trabajo de calidad, tanto a sus empresas como su cadena de valor.

¿Y cómo puede implicarse la ciudadanía?

La ciudadanía debe continuar ampliando su conciencia climática y avanzar en su contribución para (re)construir una sociedad climáticamente neutra.

Una herramienta muy importante de la que dispone la ciudadanía para esta tarea es el consumo responsable. En enero de este año, un estudio impulsado por el World Economic Forum destacaba que el 69% de las 20.000 personas encuestadas de 28 países diferentes admitieron haber modificado sus hábitos de consumo preocupados por los efectos del cambio climático.

Algunos hábitos que los consumidores pueden emprender para luchar contra el cambio climático son los siguientes:

  • Consumir productos de temporada y de Km0.
  • Alargar la vida útil de electrodomésticos, mobiliario, prendas de ropa, etc. Apostando por la reparación o la compra de productos de segunda mano.
  • Realizar una correcta segregación de los residuos generados.
  • Invertir sus ahorros en fondos de inversión socialmente responsables.
  • Desplazarse a través de medios de transporte sostenibles, como por ejemplo vehículos eléctricos, transporte público, bicicleta o a pie.

Ingeniería Social, acompañamos a las empresas en su lucha contra el cambio climático

En resumen, el cambio climático es el reto más grande al cual se ha enfrentado nunca la humanidad como especie y la crisis de la COVID-19 resulta una oportunidad para hacerle frente.

En este sentido, desde Ingeniería Social, trabajamos junto a las Administraciones Públicas, empresas y organizaciones del tercer sector para ayudarlas a construir planes estratégicos RSC alineados con los objetivos de reducción de emisiones de GEH y así trabajar para doblar la curva más peligrosa de la historia, la curva del cambio climático.

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